En el futbol no hay que demostrar talento como jugador para ser un gran comentarista o un excelente director técnico, es un deporte popular y la mera ejecución en cualquiera de sus niveles de exigencia alcanza para comprender, pensar y proyectar las situaciones posibles e imposibles, realizables o irrealizables.
Un comentarista de 1,68 cm y 102 kilos que solo jugó al futbol en su infancia le pegó a la pelota y constató su elevación resultado de la suma fuerza + parte del pié con que impactó + inclinación del cuerpo, proyectó lógicamente el comportamiento del fenómeno [fenómeno: el resultado de la relación de dos objetos] y puede decir que el mejor jugador del mundo, una máquina biológica que hace dos mil abdominales todas las mañanas, se equivocó en la ejecución de un tirolibre: «tenés que apuntar al ángulo» exige, masticando, con razón, y nadie duda de su juicio porque toda persona lo puede proyectar lógicamente. Ni hablar de la legitimidad del hincha, conocedor de estadística, contexto, de los avances de la técnica, los tipos de estrategias con éxito o probado fracaso a nivel mundial, las variantes, la procedencia de los autores, etc. A estos volveré más adelante.
Otro ejemplo antes de desarrollar la idea: un matemático no trabaja describiendo lo que conoce, sino que, basado en las propiedades de un objeto existente y sus comportamientos, proyecta lógicamente la existencia de otros objetos.
Dado estos ejemplos diversos y alejados, de una ciencia exacta y una ciencia no exacta, alcanzo y propongo la siguiente pregunta: ¿por qué en poesía, cuando los objetos reciben críticas, algunos vectores desacreditan al crítico «por no escribir»?
¿Lo que hace el crítico no es acaso escribir?